Libertad y emoticonos: ¿El amor en la nueva era?

He comentado en anteriores publicaciones bastante contenido acerca de este “cambio” de era. Soy prudente al referirme a ello por las divergencias de criterio que hay en sus fechas. Lo que está claro para todos es que la conjunción de los cronocratores en el signo del aguador (el pasado 21 de diciembre) abrió las puertas de un periodo que comprende más de dos siglos y que se encuentra dominado por el elemento aire. Algo de lo que también he hablado ampliamente en anteriores publicaciones.

Partamos pues de la progresiva transición entre Piscis y Acuario y hagamos un análisis de su manifestación en las relaciones afectivas, siempre desde la perspectiva occidental, por ser la que más conozco, lógicamente:

Aunque es osado resumir más de dos milenios en un único concepto hay aspectos que sí podemos considerar comunes en el marco de desarrollo cristiano. La Era de Piscis, bajo ese cristianismo, se debe entender en interacción con su opuesto/complementario, Virgo. El amor romántico , tan característico del signo de los peces, convivía junto a una realidad estructurada dentro de las instituciones. Establecer unas pautas de comportamiento acorde al orden social se hacía necesario para asegurar la armonía del conjunto dentro de un marco definido. El matrimonio y la monogamia tuvieron tanto protagonismo en este proceso como llegar virgen al altar y obrar dentro de lo moralmente correcto para la óptica cristiana. Todo ello ejemplificó la lógica virginiana del signo opuesto a Piscis.

El cambio que estamos viviendo establece unos nuevos agentes que dialogan con su propia lógica. Acuario y Leo son los signos que toman el relevo en esta nueva forma de comprender las relaciones afectivas. Analicemos en detalle su simbolismo:

El arquetipo de Acuario queda lejos de la idea del amor romántico propia de la era de Piscis. Nos encontramos ante un signo de naturaleza mental, más interesado en la libertad y el desapego emocional que en la fusión con el otro. El diálogo que establece con Leo es el diálogo entre opuestos que nos permite analizar las tendencias globales también en las relaciones afectivas. Acuario se relaciona con lo excéntrico que orbita alrededor del centro y Leo con lo egocéntrico que ocupa también el espacio del corazón. En su interacción emerge una nueva idea de amor y de relaciones. Unas relaciones más interesadas en la libertad y la ligereza del vínculo que en la fusión de las almas tan propia del pensar romántico. En el eje que se establece entorno al centro, ambos signos ocupan los dos lugares de manera alterna y en ellos hay una conexión con la propia individualidad. Como dice el personaje de María Bolaño en Sapere Aude, ¿Hay lugar para el amor en una sociedad individualista y narcisista? Esta pregunta manifiesta la vertiente más oscura de estas energías en interacción. Unas energías también dotadas de una vertiente profundamente luminosa, como la libertad y el amor a la vida misma. Donde antes teníamos la estructura que consolida el amor para siempre, hoy tenemos la interacción que aspira a una unión algo más libre que permita también espacios para la expresión individual.

Si en la era de Piscis el papel preponderante para configurar las relaciones amorosas pertenecía a Cáncer (no en vano estas se consolidaban con la idea de familia), en la era de Acuario este rol pertenece a Géminis, no hay más que ver el uso de las redes sociales para encontrar la pareja deseada, algo lógicamente inconcebible tiempo atrás.

¿Es esto bueno o malo?

Es esto neutro. Como todo cambio energético manifiesta transformaciones profundas que se dejan ver con el tiempo. Nos encontramos, eso sí, en una transformación de valores que construye unos nuevos cimientos.

¿Estamos condenados los románticos a no encontrar el amor?

Lógicamente no. Me refiero a una energía colectiva que configura unas nuevas formas de relación. En todo esto, como siempre, cada mapa es mundo. No olvidemos que el modelo naciente, cargado de incertidumbres, confiere también la oportunidad de conectar con lo que nuestros introyectos pasados no nos permitieron explorar.

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