¿Qué tienen en común Marilyn Monroe, Michael Jackson, Kurt Cobain, Jim Morrison o Amy Winehouse?
Los que estéis pensando la fama y la muerte prematura tenéis dos minipuntos. Los que estéis pensando un Neptuno destacado en la carta o malos aspectos con Neptuno, tenéis el premio gordo.
Si nos pusiéramos a analizar cada una de las cartas individualmente, podríamos detectar en ellas la presencia de Neptuno de una u otra forma (ya sea por los malos aspectos del planeta en la carta de Marilyn Monroe, Jim Morrison o por los planetas en Piscis de Kurt Cobain o de Michael Jackson)
La magnitud de la fama de estos individuos solamente puede ser interpretada a través de las aguas de Poseidón. Una Luna en casa diez y en trígono a Júpiter, puede dar mucha visibilidad pública a nivel internacional, por ejemplo. Pero las masas que divinizan a la estrella, son terreno de Neptuno.
Uno de los grandes cambios que está trayendo consigo el larguísimo inicio de la era de Acuario, en la cultura occidental, es la suplantación de los santos y las vírgenes (propias de la era de Piscis y del cristianismo) por ídolos de carne y hueso que se presentan ante nosotros como seres inalcanzables, ya que solamente podemos idealizar aquello que no podemos alcanzar.
De hecho, podríamos considerar que la idealización es un mecanismo de Neptuno para disolver las fronteras y crear la unión universal, puesto que es el único modo de amar lo desconocido.
La idealización de Jesucristo se produjo tras su muerte, cuando el ego se había fundido con el cosmos. Del mismo modo los procesos de canonización se ponen en marcha tras las defunciones, nunca antes.
Cuando las idealizaciones emitidas por las hordas de fans se dirigen a personajes vivitos y coleando el individuo debe saber manejar toda la energía que la idealización supone.
Deben aprender a gestionar esos océanos de fuerzas invisibles que impactan en sus vulnerables seres a los que se admira y se critica por igual, como si el ser visibles les obligara a exponerse siempre a nuestras exigencias.
Deben lidiar con los millares de ojos que se proyectan en ellos, que desean imitarlos, que desean fundirse con esas entidades a las que creen conocer.
Es evidente que un ser humano no puede aguantar todas esas proyecciones durante demasiado tiempo sin sufrir algún daño colateral.
Es por ello que ,en muchos casos, la única escapatoria es el sacrificio de la propia identidad. “La entrega del alma a la humanidad”
Si la vida no finaliza en el momento en que nos desprendemos de nuestra alma, la única alternativa que se nos presenta es la de vagar como muertos vivientes que tratan de recuperar lo perdido reviviendo lo que ya acabó. Lo que sin duda sucede en muchos casos. Véase el arquetipo de la vieja gloria tan magistralmente parodiado en ¿Qué fue de Baby Jane?
Contrarrestar lo negativo del efecto “neptunizante” necesita un Saturno (una tierra en general) o un Sol “bien puestos”
La fama que otorga Neptuno puede traer consigo problemas con alcohol, barbitúricos o drogas de cualquier tipo. Por eso podemos pensar también que las figuras tan visibles sin problemas asociados a ello, se pueden manejar bien con unas cartas que se encuentran equilibradas en algún sentido.
Debemos tener en cuenta que el Sol, Júpiter o la Luna, por bien aspectados que estén, difícilmente podrán llegar hasta donde se extiende el océano. Una muestra de ello, es la idealización que se produce tras las muertes.
Solo cuando el ego entrega su alma a la inmensidad (proceso neptuniano por excelencia), podemos adentrarnos en lo divino.
Neptuno es el planeta encargado de hacer pervivir eso en lo eterno , pero exige el sacrificio de la propia individualidad a cambio. Y en la mayoría de los casos, solamente cuando ese sacrificio se produce de manera prematura se puede crear el mito.
Roberto Saula