Cada nuevo largometraje de Pixar es una oportunidad de desgranar simbología.
El talento de sus guiones radica en el dominio clásico de la narrativa de los cuentos. Un enfoque capaz de albergar en tramas infantiles maduras realidades temáticas.
Enrico Casarosa (director del magnífico cortometraje La Luna) firma el nuevo largo de Pixar.
La diversidad, la autoafirmación y la transgresión de los límites impuestos por el marco social son los ejes temáticos de una historia que se desarrolla con la Riviera italiana como telón de fondo.
Hago primero una pequeña sinopsis , sin revelaciones sustanciales, para los que aún no hayáis visto la película:
Luca es una criatura marina que vive con su familia en el fondo del mar. Tiene la capacidad de adoptar forma humana cuando se encuentra alejado del contacto con agua. Anhela explorar la superficie pero pone su vida en riesgo al hacerlo, los humanos quieren exterminar a lo que consideran «monstruos marinos».
Sus deseos y su vida entera darán un giro al conocer a Alberto.
Ahora sí, vamos al lío. SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ
Luca quiere explorar el mundo que hay más allá de su realidad pero la ferviente oposición de su familia no le permite hacerlo.
Al inicio de la película, tras el prólogo de los pescadores en el que Alberto trata de hacerse con varios objetos, Luca decide conservarlos sin conocer el origen de estos. Hay un reloj y una carta. El reloj ,señal inequívoca del paso del tiempo, parece recordar que la vida es demasiado corta para vivir desconectado de los propios deseos. ¿La carta? Una Sota de copas, vinculada en lo esotérico al elemento agua,a las emociones y a las ilusiones que el soñador esperanzado pone en aquello que está por empezar. Un arquetipo que remite en muchas cosas a la naturaleza de Piscis y que se asocia a las ilusiones del romántico. Con esto ha quedado establecida la unión entre dos personajes que aún no se conocen.
Los deseos de Luca ,tal vez, habrían quedado en ensoñaciones de no cruzarse con Alberto: «Yo nunca voy a ningún sitio, solo sueño con ello» afirma Luca.
La energía ariana de Alberto (también sagitariana) fuerza el impulso de Marte necesario para que Luca se lance a la aventura en la superficie.
Fácil ver en este punto a los arquetipos de Piscis y Aries por ser los que establecen el paso del estado de fusión con el «todo» al renacimiento producido tras conectar con la voluntad autoafirmativa.
Alberto, como Polilla con Pinocho (atención a la similitud física entre ambos personajes), hará de mentor en el trayecto de Luca. Un tránsito que, lejos de las cargas moralizantes de Pinocho, esta vez llevará al protagonista hacia sí mismo por la vía directa.
Alberto le enseñará a no escuchar las voces que «Bruno le mete en la cabeza». Aquellas que, como las de Pepito Grillo pero en nocivo, le indican que no es capaz de hacer algo, o que lo llevan a ceder a las presiones externas en lugar de lanzarse a la conquista de su verdadera identidad.
Y es que ceder ante las exigencias de Bruno podría convertir al protagonista en otro tío Ugo. Un frustrado y enloquecido individuo que en lugar de aceptar el impulso uraniano lo silenció para exiliarse en el oscuro fondo del océano.
Luca y Alberto sueñan con comprar una moto, símbolo de la libertad y del estilo de vida elegido por uno mismo.
Ambos desean trazar un camino compartido lejos de presiones sociales que coarten su libertad.
En su trayecto se topan con Giulia. Claramente influida por Urano, ella tampoco encaja en la estructura y les alienta a crear una comunidad para «bichos raros».
El vínculo entre Giulia y Luca se estrechará cuando ella le hable de la escuela a la que acude y le enseñe conocimiento astronómico. Interesante cuestionarse la atracción de Enrico Casarosa por el universo y su simbología, ya presente en su primer cortometraje para Pixar.
El vínculo entre Luca y Giulia despertará los celos de Alberto, quien mira a Luca como el compañero de vida ideal.
Herido por esto tratará de hacer ver a Luca que Giulia no aceptará su verdadera identidad cuando la descubra.
Ante la tozudez de Luca, Alberto decidirá mostrar su verdadera naturaleza a Giulia, tal vez a la espera de que Luca haga lo propio. Luca, en un acto de cobardía, decidirá seguir oculto despreciando a Alberto por su condición, la de ambos
En el tramo final de la película se incorporará un último símbolo crucial, la lluvia.
Las gotas de agua caídas del cielo dejarán al descubierto las verdaderas caras de Luca y de sus padres, de Alberto y de dos entrañables ancianas que también habían ocultado su secreto tratando de vivir bajo pautas “normales».
Alberto, renunciando a Luca y priorizando la felicidad de éste, comprará un billete de tren para que el protagonista siga explorando el mundo en la escuela a la que asiste Giulia.
A parte de las manifiestas referencias a Pinocho, La Sirenita, Vacaciones en Roma y al cine de Miyazaki y Fellini, la película trae a la memoria también a Demian de Hesse, y a la más reciente Call me by your name.
Luca merece ser vista y revista por su profunda carga alegórica y por su reflexión sobre el amor, sea éste erótico, admirativo, o compasivo. Adopte la forma que adopte al fin y al cabo.
Roberto Saula